Cuentos
El Ruiseñor :
Hace miles de años vivió en China un emperador sordo.
Como no podía escuchar las voces de los pájaros ordenó que fueran castigados todos aquellos que no tuvieran un hermoso plumaje.
Un día, su hija Lita Fo estaba en el jardín y se emocionó mucho al oír a un ruiseñor que cantaba desde las ramas de un durazno.
—Querido amigo, no debes estar aquí, pues te aguarda un fuerte castigo —le dijo.
—No importa, de cualquier forma con estas noches tan frías no podré vivir demasiado —respondió el ruiseñor.
Lita Fo decidió llevarlo consigo a sus aposentos para cuidarlo y gozar con sus trinos. Pero una mañana, sin aviso, el emperador entró a la habitación de la pequeña y descubrió al pájaro.
Como no podía escuchar las voces de los pájaros ordenó que fueran castigados todos aquellos que no tuvieran un hermoso plumaje.
Un día, su hija Lita Fo estaba en el jardín y se emocionó mucho al oír a un ruiseñor que cantaba desde las ramas de un durazno.
—Querido amigo, no debes estar aquí, pues te aguarda un fuerte castigo —le dijo.
—No importa, de cualquier forma con estas noches tan frías no podré vivir demasiado —respondió el ruiseñor.
Lita Fo decidió llevarlo consigo a sus aposentos para cuidarlo y gozar con sus trinos. Pero una mañana, sin aviso, el emperador entró a la habitación de la pequeña y descubrió al pájaro.
—¡Huye para salvar tu vida! —gritó Lita Fo para proteger a su mascota.
El pajarito la obedeció.
Sin embargo, con el paso del tiempo, la pequeña empezó a debilitarse por la tristeza de su ausencia. El emperador hizo traer a un médico.
—No podemos hacer nada por ella —afirmó éste.
El padre recibió la noticia con gran preocupación pero, aprovechando la visita del doctor, le preguntó por su propia sordera.
—Para ésa sí hay una cura: consiste en aplicarle al oído el corazón caliente de un ruiseñor —indicó el médico.
—¡Que busquen uno de inmediato! —ordenó el rey.
Los hombres que trabajaban con él le llevaron, precisamente, al amado pajarito de Lita Fo. Éste entró volando a la habitación.
El pajarito la obedeció.
Sin embargo, con el paso del tiempo, la pequeña empezó a debilitarse por la tristeza de su ausencia. El emperador hizo traer a un médico.
—No podemos hacer nada por ella —afirmó éste.
El padre recibió la noticia con gran preocupación pero, aprovechando la visita del doctor, le preguntó por su propia sordera.
—Para ésa sí hay una cura: consiste en aplicarle al oído el corazón caliente de un ruiseñor —indicó el médico.
—¡Que busquen uno de inmediato! —ordenó el rey.
Los hombres que trabajaban con él le llevaron, precisamente, al amado pajarito de Lita Fo. Éste entró volando a la habitación.
—Disponga usted de mi vida. Estoy seguro que su hija se sentirá feliz si usted recupera el oído —ofreció el pajarito al emperador, a través de uno de los súbditos que escribía el mensaje para que éste lo leyera.
Emocionado por la bondad de la pequeña ave, los ojos del emperador se arrasaron de lágrimas.
—De ninguna forma. Prefiero seguir siendo sordo que hacerte daño —indicó.
El ruiseñor siguió viviendo en el palacio. Lita Fo se recuperó muy pronto de su tristeza y el emperador supo que aquel pajarito era el más hermoso de todos, no por su canto, ni por su plumaje, sino por el bondadoso corazón que había salvado una vida y siguió latiendo por muchos años.
Emocionado por la bondad de la pequeña ave, los ojos del emperador se arrasaron de lágrimas.
—De ninguna forma. Prefiero seguir siendo sordo que hacerte daño —indicó.
El ruiseñor siguió viviendo en el palacio. Lita Fo se recuperó muy pronto de su tristeza y el emperador supo que aquel pajarito era el más hermoso de todos, no por su canto, ni por su plumaje, sino por el bondadoso corazón que había salvado una vida y siguió latiendo por muchos años.